Cómo afecta la ansiedad al descanso

Sep 22, 2020 | TRASTORNOS DEL SUEÑO

Es uno de los males más desarrollados. Una losa de carácter social que se ha incrementado desde que el mundo va más deprisa que en décadas anteriores. Es la ansiedad. Esa especie de nudo en el estómago que se va extendiendo por tu cuerpo y manifestándose de mil maneras diferentes. Un estado de ánimo donde la inquietud emocional, la tensión, los nervios y el miedo te condiciona las relaciones sociales, el entorno laboral, la conciliación familiar…. Y aún algo peor: la ansiedad afecta también a nuestro descanso.

¿En qué consiste la ansiedad y cómo funciona en nuestro organismo?

Si tuviéramos que definir de una manera muy coloquial y simple a la ansiedad, podríamos decir que es la respuesta de nuestro organismo ante una situación, hecho o sensación que nos provoca malestar y de la que queremos escapar. Esta sensación tiene un origen y un estado más primario que supone una situación positiva. Y es que, la ansiedad es una reacción psicofisiológica que activa de manera intensa tanto nuestro sistema nervioso central como en nuestro organismo cuando este sabe que ha de enfrentarse a una situación que requiere esfuerzo o es alguna especie de peligro o amenaza.

Esta preparación mental respecto a un futuro que a veces no llega (es posible que esa amenaza futura nunca llegue a producirse), servía en nuestros antepasados para luchar o huir. Un sistema primitivo de alerta que ha acabado degenerándose en el trastorno psicológico que hoy conocemos.

La ansiedad origina un esfuerzo bastante importante para el organismo, algo que se traduce en un porcentaje muy alto de energía perdida. Cuando nuestra mente está al 100%, una vez transcurre la amenaza o el peligro todo vuelve a su cauce y el cuerpo regenera esa energía e incluso puede salir más fortalecido. Sin embargo, cuando la ansiedad no es una respuesta a momentos puntuales y llega a convertirse en un problema crónico, nuestro organismo nunca podrá recuperar energías, ya que siempre estará con el estado de alarma encendido. Es aquí cuando hablamos de trastorno de ansiedad.

A partir de aquí los trastornos se pueden dividir en varios tipos cuyos niveles de gravedad oscilarán dependiendo de los focos que originan el medio: trastorno de ansiedad por separación, fobia específica (por ejemplo, a los insectos), trastorno de pánico (o ataque de pánico), agorafobia y trastorno de ansiedad generalizado.

Así afecta la ansiedad a nuestro descanso y cómo hacer para combatirla

Como ya hemos comentado, tanto la ansiedad como su hermana estrés son respuestas del organismo ante cierto tipo de situaciones. Pero cuando a la persona le superan los posibles obstáculos, la ansiedad se convierte en un trastorno. Tanto la duración como la intensidad de las alertas se incrementan, por lo que los recursos que utiliza nuestro cuerpo se vuelven incompatibles con el sueño. Es por ello que la reiteración de la ansiedad acaba generando otros tipos de trastornos, en esta ocasión relacionados con el sueño.

Muy emparentado con los consejos que se suelen dar para conciliar el sueño, los relacionados con la ansiedad no difieren de los que ya conocemos. Al final, se trata de establecer una serie de rutinas y buenos hábitos que ayuden a desconectar la mente, aligerar el cuerpo y entregarte a los brazos de Morfeo:

  • Desconecta la mente: El objetivo es relajar el cerebro con actividades que se alejen del estrés. Para ello, nada mejor que disfrutar de alguna serie o película, a ser posible cuyo argumento sea ligero y relajado (nada mejor que las comedias). Eso sí, este visionado nocturno has de hacerlo en el salón y no desde la cama.
  • Leer: Similar al consejo anterior, pero una actividad que sí puedes hacer estando ya acostado.
  • Aléjate de los dispositivos electrónicos.
  • No leas noticias: Como sucede con la literatura o la ficción audiovisual, ponerte al día con la actualidad puede generarte más estrés y ansiedad.
  • Establece una rutina para irte a dormir: Ya sabes, cenar y acostarse siempre a la misma hora. Leer un libro…
  • Haz ejercicios de respiración: Túmbate boca arribacon una mano sobre el pecho. Inhala de manera profunda por la nariz y aguanta unos segundos sintiendo el aire sobre tu cuerpo. A continuación, expúlsalo progresivamente y de manera suave. Por último, no exhales durante unos segundos para que puedas sentir un estado de vacío sobre tu cuerpo. Repítelo varias veces y comprobarás que te has relajado.