Aprende a colgar tu cabecero de cama

Nov 10, 2020 | DORMITORIO, PRODUCTOS

De una simple función estética, con los cabeceros hemos pasado a disfrutar de un sinfín de beneficios de calado más práctico. Hoy en día, nos sirven para apoyarnos mientras leemos, para evitar el frío tacto de la pared en invierno, pegarnos a las paredes en verano por culpa del sudor, para dotar de personalidad a nuestro dormitorio y, sobre todo, como medida higiénica y protectora que evitan golpes en la cabeza mientras dormimos. Pero para poder disfrutarlos, antes tenemos que aprender a colocar el cabecero.

Porque un cabecero es un elemento con muchas utilidades para la habitación, más allá de la función estética. Incluso puede resultar indispensable cuando nuestra cama está colocada de forma que nuestra cabeza toca con la pared.

Cuáles son los beneficios que aportan los cabeceros a nuestro descanso

Antes de aprender a colocar un cabecero, hay que conocer para qué sirven y cuál es su función.

Los cabeceros son conocidos generalmente como complementos de nuestro dormitorio. De alguna manera, con el cabecero podemos conseguir cuatro beneficios para nuestro descanso.

En primer lugar, los cabeceros cumplen con una función estética colocándose detrás de la cama. Podemos potenciar la estética de nuestro equipo de descanso mediante este elemento, combinándolo ya sea con el canapé, con la base tapizada o con la ropa de cama. Incluso podemos tener en cuenta el color de las paredes para combinarlo con este elemento del equipo de descanso.

Además, a la hora de dormir, el cabecero impide que nuestra cabeza esté en contacto directo con la pared. Ello nos protege de los posibles golpes que podamos darnos con nuestra cabeza en la pared. Por si esto fuera poco, el cabecero ayuda a proteger tanto la cama como la ropa de cama de nuestro equipo de descanso. También evita que la pintura salte por el continuo contacto de nuestra cabeza con la pared (así como la incomodidad que esto puede suponer, sobre todo en invierno cuando la pared está fría).

Por último, el cabecero actúa como aislante térmico especialmente cuando más frío hace. Evita que nuestra cabeza esté en contacto directo con la pared, con lo que permite almacenar el calor de nuestro cuerpo y que este no se escape por la cabeza.

Tipos de cabeceros

Tras bucear por los diferentes modelos de cabeceros de Maxcolchon y visitar una de nuestras tiendas, por fin hemos adquirido el cabecero de nuestros sueños. Un modelo que protege nuestra cama y forma una composición visual elegante y bella dentro de nuestro dormitorio. Pero ahora llega el gran momento, su instalación. ¿Podremos hacerlo? ¿Sacaremos el manitas que llevamos dentro? ¡Sin duda!

Lo primero que has de saber es qué tipo de cabecero has adquirido. En Maxcolchon contamos con dos variantes diferentes. Por un lado, tenemos cabeceros que se pueden ubicar apoyados en el suelo. Son los cabeceros de más de 120 centímetros, una altura que les facilita la sujeción en el suelo sin ningún tipo de instalación o herramientas.

Los cabeceros de 120 o 135 cm no precisan de un sistema de sujeción junto a la pared. Para la colocación de este tipo de modelos, solo debemos apoyarlos directamente contra el suelo, ya que por su propia concepción están preparados para la altura de la cama. La única recomendación que has de conocer de antemano es la de situar el cabecero centrado respecto a la cama, para que así pueda protegerla y ofrezca un margen equitativo entre ambos costados. De esta manera, no solo se cumplirá su prestación protectora, sino que darán esa estética uniforme que tanto agradecerá tu habitación.

Cómo instalar un cabecero en la pared de tu dormitorio

Entonces, ¿Cómo se colocan los cabeceros para que hagan una función protectora de la cama? Esto dependerá de su altura. Como ya hemos visto anteriormente, los cabeceros de Maxcolchon tienen dos tipos de altura: de 75 cm y de más de 120 cm. Los de 75 cm se cuelgan de la pared y los de 120 cm tienen la altura necesaria para colocarse sin ningún tipo de sujeción.

Los cabeceros de 75cm deben colgarse de la pared. A la hora de hacer esta instalación, debes agujerear la pared para poner dos puntos o tacos de soporte, que casen con las anillas ubicadas en la parte trasera del cabecero. Es imprescindible asegurarse de realizar los agujeros de manera correcta, adecuadamente alineados y la altura necesaria. Utilizar un metro y señalar las zonas es un método cuidadoso para evitar instalaciones defectuosas. De esta forma se consigue que ambas partes casen entre ellas y que la sujeción del cabecero le permita hacer sus funciones.

Es más que probable que tu compra se haya decantado por un cabecero de 75 centímetros, aquellos que sí se cuelgan en la pared del dormitorio. Para ello, has de preparar una pequeña menestra de herramientas que te facilitarán su instalación. No necesitarás ser ningún manitas, ni un experto en bricolaje o un as de las brocas:

– Un metro o una cinta métrica para medir.

– Tacos que dispongan de la misma anchura que la broca y los tornillos.

– Un nivel para asegurarte de que el cabecero esté recto y no se originen desniveles.

– Tornillos y brocas con la misma anchura o grosor.

– Un taladro.

– Un lápiz para fijar los puntos de anclaje en la pared.

Todo ello más los anclajes que vienen de la mano del cabecero, te llevará a una pequeña y sencilla instalación.

Para empezar, elige dónde vas a poner el cabecero. Ayúdate del metro y del nivel para fijar los dos puntos donde irán los tacos de soporte que casarán con las anillas o anclajes ubicados en la parte trasera del cabecero. Es aquí cuando el lápiz entra en juego, ya que recomendamos hacer un par de señales pequeñas para que posteriormente te sea más fácil alinearlos a la altura necesaria. De lo contrario, podrías caer en una instalación defectuosa tanto a nivel práctico como estético.

Una vez acertado con los puntos, podrás hacer los agujeros con la ayuda del taladro. Tras poner los tacos y las alcayatas correspondientes, deberás realizar la maniobra que fije el cabecero a tu pared gracias a los anclajes que vienen de fábrica.

Por otra parte, los cabeceros de 120 cm o 130 cm no necesitan un sistema de sujeción junto a la pared. Estos cabeceros pueden apoyarse directamente en el suelo, ya que están preparados para la altura de la cama. En este caso, es recomendable dejar el cabecero centrado, para que así pueda proteger toda la cama y ofrecer un margen de espacio igual por ambos costados. Así, además de cumplir en su función protectora, aportan una estética uniforme al resto del dormitorio.